Jordi Alba adelantó al Barça tras un pase genial de Messi y Neymar sentenció en el último minuto. El Barça se quedó con diez en el minuto 36 y el Sevilla terminó el partido con nueve
Los catalanes celebrando el triunfo |
ESPECIAL. La España folclórica de la Escopeta Nacional se hizo presente en el Vicente Calderón, con pitos al Rey y con esteladas —aunque menos de las esperadas— en lugar de aquellos míticos porteros electrónicos que quería vender Saza. Este fatuo tomarse en serio de los independentistas, mientras pretenden romper España a golpe de manifestaciones y demostraciones en los estadios, tiene más de comedia que de gesta, más de autoparodia que de desafío estresante; y cuando el Gobierno les ha ninguneado con la indiferencia, ha acertado mucho más que cuando ha sobreactuado, entrando inútilmente en su dinámica del agravio.
Superado el folclore de cada final copera —un folclore que acabará por institucionalizarse, como Sant Jordi o la sardana— el Barcelona empezó diagnosticando a su rival, escudriñándole, para descubrir dónde estaban los espacios. Buen intento en el 7 de Iniesta y de Suárez. El Sevilla aguantaba entero y ordenado, sin preocuparse por no llevar la voz cantante. Intensa pressión azulgrana, al Sevilla le costaba salir al contraataque.
Pero a pesar de todo tuvo dos ataques en el minuto 17, los dos en la misma jugada, que bien pudieron acabar en gol, especialmente el centro-chut de Coke, salvado por una providencial intervención de Ter Stegen. El Barça dominaba pero sin encontrar su profundidad. El Sevilla no tenía el balón pero empezaba a amenazar.
Igualdad. Sí. Pero daba la sensación de que el Barça desperdiciaba su momento, y sus oportunidades, y que la fase del Sevilla tenía todavía que llegar. En la grada, la afición del Sevilla caía en la torpeza de cantar «Que viva España», para animar a su equipo y picar a los aficionados del Barça, que respondían, agradecidos y encantados, mostrando sus esteladas. Insólito consenso separatista en las gradas. Hay que medir con prudencia las provocaciones, para que no se te vuelvan en contra, sobre todo cuando tu argumento es no politizar el fútbol. El partido continuaba tenso pero pasó a ser aburrido; el Barça oscurecía en el último pase y era incapaz de culminar sus buenas jugadas de ataque.
Pero la final inevitablemente cambió en el 36, cuando Mascherano vio la roja directa por una falta a Gameiro, que iba a quedarse solo en el área. La falta la rechazó Ter Stegen con otra mano memorable.
Mathieu entró por Rakitic tras el descanso. Cambio arriesgado. Rakitic es el equilibrio del Barça y cuando Luis Enrique ha inventado cambiándole, siempre hemos fracasado. Primeros compases absurdos de la segunda parte, hasta que Banega nos despertó a todos en el 49 con un duro disparo al palo derecho de Ter Stegen. El Sevilla iniciaba el abordaje y el Barça, con el cambio de Rakitic, había perdido capacidad de sacrificio y de desplegar su juego. Contraataques fallidos de los azulgrana, fallidos y precipitados. Daba la sensación que Luis Enrique no leía correctamente el partido.
Las malas noticias se acumulaban para el Barça: Suárez se rompía y era sustituido por Rafinha; Messi quedaba aturdido por un golpe en la cabeza. El Barcelona insistía en el ataque vertical, en lugar de defenderse con la posesión, como este equipo ha hecho siempre; el Sevilla atacaba con todo pero algo abrumado, como si le pesaran las dificultades con que se había encontrado. En cualquier caso, el Barça lo empezaba a pasar francamente mal.
Pero sobre el minuto 70 las aguas sevillistas se calmaron y el Barça empezaba a hacer mejor de equipo pequeño que el Sevilla de equipo grande, y el partido iba llegando al final sin goles, con el Barcelona interpretando mejor el contraataque que el Sevilla el control del balón.
Los de Emery reclamaron un inexistente penalti de Alves sobre Iborra. Mención especial merece Alves por su extensa lección sobre lo que significa competir en inferioridad. Del Cerro Grande se comió en cambio una clamorosa falta sobre Neymar en el borde del área y estuvo impresentable en la colección de amarillas que mostró a Neymar, Alves e Iniesta por otra falta que había recibido el brasileño y que no había pitado. Grandiosa segunda parte de Iniesta.
En el 90, Banega fue expulsado por los mismos motivos, e igual de justos, que Mascherano. El Sevilla no supo aprovechar su superioridad y el Barcelona resistió con heroicidad.
La prórroga empezaba con los dos equipos empatados a todo. Pero en el minuto 6, Messi sacó la varita mágica y asistió al espacio para Alba, que en brillante carrera cruzó el balón lejos del alcance de Sergio Rico. Piqué tuvo el segundo de un soberbio cabezazo pero Sergio Rico puso una mano extraordinaria. A continuación, el magnífico portero del Sevilla rechazó con no menos audacia un potente disparo de Dani Alves. Nada pudo hacer contra Neymar, que en el descuento marcó el segundo.
Copa y doblete, merecidos éxitos. Fue una lástima que la pájara llegara la peor semana. El Barça salvó el honor de una temporada cuyo principal aliciente quemó precisamente en este estadio cuando cayó contra el Atlético de Madrid en los cuartos de la Champions.
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