Ya las misses no tienen ni como pintarse los labios |
POR: ALEXANDRA ULMER/Reuters. En el país que ha tenido la mayor cantidad de reinas de
belleza, hasta los productos de cuidado personal básicos, como desodorante y
champú, son cada vez más difíciles de conseguir debido a un férreo control
cambiario que ha provocado una sequía de dólares necesarios para importaciones.
Pero osadas modelos y aspirantes a Miss Venezuela están
haciendo todo lo posible para mantener las pasarelas activas. “Estoy matándome en cada farmacia, buscando en cualquier
lugar donde venden maquillaje”, dijo a Reuters Ileanne Dávila, una estudiante
de Ingeniería Civil y modelo de 19 años.
“No conseguía sombra roja (…) y usé labial”, agregó durante
un descanso de una sesión de fotos. “No consigo polvo de mi color (de piel). A
veces mezclo entre dos tonos”.
Dávila es una de muchas asiduas, de tres años en adelante, a
la academia de modelaje de Gisselle Reyes, ex candidata a Miss Venezuela que
ahora prepara a jóvenes para el concurso de belleza. Pero incluso en ese glamoroso lugar en un barrio de clase
alta de Caracas, la carestía está limitando los planes para seguir los pasos de
Reyes. A veces, literalmente.
Las jóvenes usan los tacones de sus madres porque no pueden
conseguir de su talla. Ante ello, las niñas desfilan descalzas o con los
enormes zapatos de sus mamás atados con cinta adhesiva. Las mujeres comparten el maquillaje y buscan en YouTube cómo
hacer desodorante casero. Incluso cuando pueden encontrar los productos de
belleza que buscan, a algunas se les ha vuelto muy difícil pagarlos ya que la
escasez ha disparado sus precios.
Y hasta las aspirantes a Miss Venezuela sufren dificultades
para conseguir maquillaje para la gala del 9 de octubre, dijo un instructor
que, al igual que las concursantes, tiene prohibido hablar con la prensa antes
del evento.
“Primero muerta que mal arreglada”
La búsqueda de la belleza física es uno de las pocas
actividades que iguala a los ciudadanos de este polarizado país. Entre Miss Universo y Miss Mundo, Venezuela ostenta 13
coronas, más que ningún país en el planeta. De hecho, algunos aseguran que la
nación petrolera tiene una de las mayores tasas de implantes de senos y
cirugías estéticas en el mundo.
Hasta los maniquíes que pululan en las tiendas más -y menos-
exclusivas del país lucen cinturas diminutas y bustos turgentes que sólo pueden
conseguirse con un bisturí. Pero ahora, los doctores dicen que el Botox y los implantes
mamarios pueden ser difíciles de conseguir.
Como lo fue para María Eugenia Espinoza, de 46 años.
Cuando la madre de dos niños decidió reemplazar sus
implantes, equivalentes a una talla 36 de brasier, le dijeron que sólo tenían
talla 42.“¡Imagínate!”, dijo. “Hubiera parecido una de esas
bailarinas”.
Tras una búsqueda de cinco meses, Espinoza encontró los
implantes adecuados, justo a tiempo para su operación.
Críticos dicen que el culto a la belleza física convierte a
la mujer en objeto y promueve valores superficiales. Osmel Sousa, el cerebro
cubano detrás de Miss Venezuela, puso más leña al fuego al decir que “la
belleza interior no existe, es un invento de las feas para justificarse”.
La escasez de productos de belleza puede parecer frívola al
lado de la dificultad para adquirir medicinas o alimentos.
El índice de escasez llegó a un récord de 28 por ciento en
enero, lo que ilustra que de cada 100 productos 28 no estuvieron disponibles o
fue muy difícil encontrarlos. El Banco Central no ha informado, desde entonces,
sobre la medida de escasez.
El control de cambios, implantado por el fallecido Hugo
Chávez 11 años atrás, supone que el Gobierno debe venderle a las empresas los
dólares requeridos para importaciones.
Maduro, sucesor político de Chávez, acusa de la escasez a
traficantes que venden los bienes subsidiados en el mercado negro y hasta en países
vecinos como Colombia. Algunos defensores de Maduro aseguran que una elite está
magnificando la escasez para debilitar su administración.
El país sufre una inflación del 63,4 por ciento, altas tasas
de asesinatos y una economía que analistas y empresarios sostienen está en
recesión. Paradójicamente, algunos dicen que las dificultades empujan
a las venezolanas a dedicarle más tiempo a su apariencia.
Greisy Palacios, una recepcionista de 30 años que pasa horas
en las filas para poder comprar desde jabón a quitaesmalte, dijo que sólo
saldría desaliñada de su casa si estuviera deprimida. “Si no te arreglas, no sales”, dijo parafraseando un
conocido aforismo de las mujeres venezolanas: “Primero muerta que mal
arreglada”.
Maltrecho negocio de belleza
La industria que abastece a los venezolanos vanidosos
también está sintiendo el impacto. En una peluquería de Caracas, la esteticista Janeth
Cañaveral apunta a una pequeña mesa cubierta con una docena de potes de cremas
y cera. “Es lo que tengo”, dijo con resignación.
A este ritmo, Cañaveral, una madre soltera de tres hijos,
dijo que se verá obligada a cerrar su negocio en un año. “¿Cómo empezar de
nuevo a los 50 años?”, se preguntó retóricamente.
El peluquero Daniel Eduardo dijo que emplea su día de descanso
en buscar productos. “Si me falta cera salgo a buscarla”, dijo hablando por
sobre la música en un salón de una barriada caraqueña. “Si no hay cera, le pongo gelatina”, dijo encogiéndose de
hombros. “Aquí uno es mago”.
Las grandes empresas a menudo son más capaces de lidiar con
la burocracia y las costosas importaciones.
Nidal Nouaihed, un diseñador que viste a la actual Miss
Venezuela, contrató a cinco personas para ayudarlo a importar telas como seda y
chifón. A pesar de que los costos se han disparado, su negocio de alta gama
sigue en auge, dijo.
“En horas de crisis se genera una gran ansiedad y la gente
quiere más lujo, quiere ser más glamorosa, obviar que existe una situación
crítica”, dijo. “Vamos a crear un mundo paralelo”.
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